Resumen: El fracaso escolar es evitable pero, para ello, hay que delimitar sus causas las cuales suelen variar en función de la etapa educativa en que nos encontremos. Las repeticiones de curso en la primaria no siempre son la mejor solución (en ocasiones ni tan siquiera son solución) y en la secundaria la falta de hábito y método de estudio suele ser el principal detonante del fracaso.
FRACASO ESCOLAR Una de las definiciones mayoritariamente aceptadas acerca del fracaso escolar es aquella que lo resume en “la incapacidad de obtener el título académico mínimo en el marco de un determinado sistema educativo”. En lo que respecta a nuestro país, esto se traduciría en la no consecución del título de la ESO. No obstante, de un modo más coloquial, a pie de calle se suele manejar un concepto de fracaso escolar mucho más amplio.
Pensemos en el caso de unos padres cuyo hijo/a ha cursado con buenas calificaciones toda la primaria y buena parte de la secundaria y, en un momento dado, sus notas caen de manera alarmante hasta el punto de provocar una repetición de curso o el hecho de plantearse un abandono a mitad de bachiller. Sin lugar a dudas en esta familia se habla de fracaso escolar.
Es por todo lo anteriormente comentado que, a la hora de abordar el tema del fracaso escolar, voy a intentar abarcar distintas vías a fin de que el lector pueda reconocer si se identifica con alguna de ellas. Vaya por delante que el término en sí “fracaso escolar” no me hace mucha gracia, dado que hablar de fracaso es centrarse en una postura de salida ciertamente negativa y, casi siempre, centrada en el alumno. Fracaso escolar en primaria: Cuando hablamos de un fracaso escolar en primaria, o ciertos signos que nos permiten aventurar el mismo, normalmente esto se debe a tres causas fundamentales o a la suma de algunas de ellas. Así las causas podrían tener su origen en el entorno del niño/a (por entorno no entendemos exclusivamente a la familia), en una dificultad a nivel cognitivo o en una dificultad de aprendizaje.
Debido a mi formación profesional es en esta última posibilidad en la que suelo centrar mi evaluación y, de confirmarse, posterior intervención. Si bien es cierto que la colaboración del entorno se revela fundamental a lo largo del proceso. Cuando hablamos de fracaso escolar propiciado por una dificultad de aprendizaje estamos ante una situación que requiere de un análisis muy particular. Me explico. Una dificultad de aprendizaje, sea del tipo que sea, trabajada del modo adecuado puede ser totalmente subsanada sin necesidad de recurrir a otro tipo de medidas tan drásticas como poco efectivas.
Pensemos en un alumno de 8 años con un problema significativo en lectoescritura. Dicho problema, si no es intervenido como requiere, es de esperar que persista por mucho que el alumno en cuestión repita curso. En este tipo de situaciones podemos encontrarnos con la desalentadora expectativa de un alumno que repitiendo curso sigue sin lograr alcanzar los objetivos curriculares y el cual, si hubiese tenido oportunidad de solventar su dificultad, podría haber avanzado de curso y obtenido incluso mejores calificaciones en el curso siguiente.
El caso anterior es sumamente delicado y no pensemos que resulta ser un caso excepcional. Por desgracia, habitualmente los recursos de nuestro sistema educativo no suelen ir más allá de intervenciones tardías y en las cuales se “criminaliza” al propio alumno con expresiones del tipo: “si todavía lee así cómo va a pasar de curso” o “con este nivel en matemáticas este niño/a necesita repetir”. Todo ello cuando el verdadero problema no está en el niño, sino en un sistema que no ofrece medios para diagnosticar e intervenir adecuadamente a un alumno que presenta tal vez una dislexia o una discalculia.
Ojo, todo lo anterior no implica que no existan casos en los cuales una repetición sí sea una buena decisión de cara al futuro académico del niño, pero hay que diferenciar muy bien cuando sí es así y cuando le estamos ocasionando un claro perjuicio. Fracaso escolar en secundaria: El fracaso escolar en secundaria suele llegar por vías diferentes a las comentadas. En cualquier caso puede suceder que, por ejemplo, una dificultad de aprendizaje no solucionada haya convivido con el niño durante la primaria haciendo que el paso de los cursos resultase cada vez más complicado y, ya en secundaria, la situación se hiciese insostenible.
No obstante el fracaso en secundaria suele partir de la falta de motivación, de hábito y/o de método de estudio. Todas estas opciones son por supuesto abordables, cada una desde su perspectiva particular y teniendo muy en cuenta las circunstancias individuales de cada alumno. De este modo probablemente le suene familiar la historia de un/a chico/a que toda la vida ha sacado muy buenas notas sin apenas esfuerzo y de repente en la ESO, el bachillerato o incluso la universidad, llega el batacazo. Esto habitualmente es por falta de hábito y yo aquí siempre pongo el ejemplo del “gimnasio”. El alumno que lleva desde edades tempranas dedicando esfuerzos diarios ineludibles a lo académico y, a pesar de ello, ha ido superando curso tras curso de manera no muy holgada cuando llega, por ejemplo, a primero de bachillerato está acostumbrado a un trabajo diario que le permite seguir yendo hacia adelante.
Por el contrario, si un alumno nunca se ha sentado delante de los libros más allá de los días previos a los exámenes llega un momento en que, cuando de verdad no le basta este sistema y necesita sentarse a estudiar de verdad, no se ve capaz. No encuentra la capacidad de concentración ni la motivación para hacerlo y, además, se ve involucrado en una situación extraña para él o ella (los suspensos) la cual puede acelerar su perdida de interés fruto del desconcierto. ¿Y de dónde viene pues es símil del gimnasio? Pues pensemos en una persona de una constitución física “normalita” y pocas aptitudes para el deporte que lleva doce años yendo todos los días dos horas al gimnasio.
Pensemos también en otra persona, de constitución fuerte y unas grandes condiciones como deportista que no se ha ejercitado jamás en la vida. Ahora pidámosles a ambos que vayan cada día tres horas al gimnasio para prepararse para una carrera. ¿Qué sucederá? Exacto. El primero podrá prepararse y el segundo, muy probablemente, por falta de hábito no conseguirá ir más de media hora al gimnasio, su cuerpo no resistirá el ritmo, se desmotivará y puede que hasta abandone antes de darse el tiempo necesario para adquirir el mencionado ritmo. No me gusta demasiado equiparar lo académico a una competición, puesto que no es mi modo de entender la educación, pero creo que este ejemplo así lo requiere para resultar del todo ilustrativo. En este sentido, cuando hablamos de fracaso en secundaria, es fundamental dotar de un método al alumno (En el apartado destinado a técnicas de estudio puede leer más acerca de esta cuestión) y prestar igualmente especial atención a la programación de sus tiempos para así poder asentar en él un hábito adecuado.
Como vemos, el fracaso escolar puede llegar en distintos momentos y por medio de distintos detonantes pero lo más importante es saber que existen maneras de intervenir y prevenir/remediar el problema.